D. El Carnero y el Macho Cabrío

El profeta Daniel nos vuelve a sorprender con una nueva visión (Daniel 8). Ocurrió aproximadamente sobre el año 551 a.C., estando Daniel en Susa, capital del reino en la provincia de Elam, situada al este de Sumeria y Acad, en el actual suroeste de Irán.
Por entonces, Elam se encontraba en manos de los babilonios y el rey de Babilonia tenía allí un palacio real. Como ministro de estado empleado en los negocios del rey, Daniel se hallaba en ese lugar. Abrádates, rey de Susa, fue en principio un aliado de los asirios contra Ciro. Sin embargo, Abrádates decidió más tarde unirse a las fuerzas de Ciro durante la conquista de Lidia en el año 547 a.C., quedando la provincia unida a los medos-persas. Según la profecía de Isaías 21:2, Elam asistió a los medos para sitiar Babilonia y con los medos-persas Elam volvió a recuperar algunas licencias y libertades que habían perdido con los babilonios (Jeremías 49:39). Con este marco histórico la nueva visión de Daniel se centra particularmente en los imperios Medo-Persa y Greco-Macedonio.

"En el año tercero del reinado del rey Belsasar me apareció una visión a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes. Vi en visión; y cuando la vi, yo estaba en Susa, que es la capital del reino en la provincia de Elam; vi, pues, en visión, estando junto al río Ulai. Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía dos cuernos; y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto que el otro; y el más alto creció después. Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía. Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos. Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra él con la furia de su fuerza. Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder. Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo. Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa. Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. Y a causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó. Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado. Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre. Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a éste la visión. Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin. Mientras él hablaba conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro; y él me tocó, y me hizo estar en pie. Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin. En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero. Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él. Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas. Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos. Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a muchos; y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será quebrantado, aunque no por mano humana. La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días. Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y no la entendía" (Daniel 8:1-27). 

Estando en Susa, junto al río Ulai (hoy es el actual río Karún, en Irán), Daniel elevó su mirada y vio un carnero con dos cuernos, uno más alto que el otro (esta imagen nos recuerda, sin duda alguna, a la segunda bestia, el oso del capítulo 7, que se alzaba de un costado más que del otro), con gran poder y autoridad sobre toda la tierra (Daniel 8:1-4).

Mientras reflexionaba sobre esto, Daniel vio venir rápidamente a un macho cabrío desde el oeste que tenía un solo cuerno, muy predominante, entre sus ojos y atacó con tanta fuerza y rabia al carnero de dos cuernos que terminó derribándolo y pisoteándolo. El macho cabrío aumentó su poder en gran manera hasta que su destacado cuerno fue quebrado, saliendo en su lugar otros cuatro cuernos (Daniel 8:5-8; nótese de nuevo la semejanza con la tercera bestia, un leopardo con cuatro alas y cuatro cabezas). De los cuatro cuernos que surguieron, apareció un cuerno pequeño que creció y se engrandeció de tal manera que llegó a compararse con los habitantes de los cielos haciendo lo que quería. Llegó a eliminar los sacrificios de los templos, profanó los santuarios y despreció la verdad. En su visión, Daniel preguntó ¿hasta cuándo duraría ese sacrilegio? Y le dijeron que continuaría así hasta dos mil trescientas tardes y mañanas, luego el santuario sería restaurado (Daniel 8:9-14). 

La interpretación del sueño
Aunque el sueño de Daniel junto al río Ulai está cargado de símbolos e imágenes, el propio ángel Gabriel nos ayuda a descifrarlo (Daniel 8:16). El mensajero de Dios nos descubre abiertamente que, como ya sospechábamos, el carnero que tenía dos cuernos son los reyes de Media y de Persia y que el macho cabrío es el rey de Grecia, refiriéndose a Alejandro Magno, como hasta ahora se ha visto (Daniel 8:20-21). El ángel, también identifica sin dudas a los cuatro reinos que surgieron trás la muerte de Alejandro Magno, las dinastías de Casandro, Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo, nombradas ya anteriormente (Daniel 8:22).
Hasta aquí parece que no hay nada nuevo destacable. Sin embargo, Daniel percibe en su visión que de una de esas dinastías brota un ‘cuerno pequeño’ describiéndolo, entre otras cosas, como “un rey po-deroso, arrogante, orgulloso y engañador que causará grandes ruinas, perseguirá a los judíos y se rebelará contra el mismo Dios, pero será quebrado” (Daniel 8:23-25). La pregunta es obvia, ¿quién es esta persona? ¿de quién se trata? Sería un error por nuestra parte relacionarlo con el cuerno pequeño que surge de entre los diez de la cuarta bestia (Daniel 7:7-8), pues éste último se manifestará en los últimos tiempos del Imperio Romano mientras que aquel aparece en el Imperio Griego. Es decir, de la continuación del Imperio Romano surgirá en un futuro el anticristo, como ya se ha explicado. Sin embargo, del Imperio Griego apareció alguien con muy similares características.

Antíoco IV Epífanes
Antíoco IV Epífanes, (en griego antiguo, Αντίοχος Επιφανής ‘dios manifestado’), fue un rey de Siria de la dinastía seléucida que gobernó desde el año 175 a.C. hasta el 164 a.C. Antíoco trató de unificar su imperio por medio de la imposición de la cultura helenística sobre todos los habitantes. Su política le trajo conflicto con los judíos de la región conocida después como Palestina.
La mayoría de los eruditos bíblicos creen que Antíoco IV era el “cuerno pequeño” de Daniel 8:9 y el “hombre despreciable” al que se refiere en Daniel 11:21. Sus relaciones con el pueblo judío están documentadas en 1 y 2 de los Macabeos (libros apócrifos) y están proféticamente descritas en Daniel 8:9-12, 23-25 y 11:21-34. Se le conoce por ser un rey malo y perverso que estableció la adoración pagana en el templo de Jerusalén.

Antíoco IV Epífanes
La obsesión de Antíoco era helenizar Jerusalén. En el año 167 a.C. atacó la ciudad durante el sabbat, el día sagrado de la semana judía, matando a la mayoría de la población masculina y esclavizando a mujeres y niños. Los muros de Jerusalén fueron destruidos, declarando todos los ritos judíos ilegales, cesando por tanto el sacrificio diario. Se erigió un altar para Zeus en lugar del altar judío, y su adoración se instituyó en el templo. El 25 de diciembre del año 165 a.C., se sacrificó a un cerdo sobre el altar de Zeus; este es el horrible sacrilegio o "abominación desoladora" al que Daniel hace referencia en Daniel 9:27, 11:31 y 12:11. Incluso el mismo Jesús se refiere a este hecho en Mateo 24:15. Los judíos, enfurecidos, se rebelaron contra los jefes griegos y, bajo Judas Macabeo, derrotaron a los ejércitos que Antíoco había enviado contra ellos. Después de una dura lucha de tres años, las fuerzas judías obtuvieron concesiones importantes de los griegos, y los macabeos se convirtieron en los gobernantes de Judá, purificaron el templo y se restableció el sacrificio diario, conmemorado este evento por la fiesta de Janucá (también conocida como la fiesta de las luces o luminarias o “fiesta de la dedicación”, Juan 10:22).

Tenemos, por tanto, en la historia griega un personaje que encaja perfectamente con la descripción del sueño de Daniel. De la cuádruple división del imperio griego, trás la muerte de Alejandro Magno, apareció un rey despreciable que tomó la ciudad de Jerusalén (“la tierra gloriosa”, Daniel 8:9) y profanó el templo de los judíos ofreciendo sacrificios inmundos sobre el altar (“prevaricación aso-ladora”, Daniel 8:13).

Sobre el versículo de Daniel 8:14 y 26(a), “Hasta dos mil tres-cientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”, existen muchas conjeturas. Sin embargo, siguiendo una interpretación literal, normal y natural, todo parece indicar que las dos mil trescientas tardes y mañanas (poco más de seis años), constituyen el periodo de tiempo trascurrido entre el año 171 a.C. (año del asesinato de Onías III quien era el legítimo sumo sacerdote antes de la profanación del templo por Antíoco Epífanes) y el año 165 a.C., cuando el templo fue purificado.

Otro asunto a tener en cuenta que también ha dado lugar a muchas suposiciones es el texto de Daniel 8:17 y 26(b): “porque la visión es para el tiempo del fin” ¿qué significa exactamente? ¿A qué tipo de ‘fin’ se está refiriendo? El final de Antíoco no supuso el fin del imperio griego y mucho menos del fin del mundo, lo cual es obvio. Muy posiblemente el texto de Daniel 8:24-25 tiene la clave, porque relaciona tanto a Antíoco como al anticristo (también Daniel 12:4 está vinculado). Es decir, que aunque el pasaje en cuestión obtuvo un cumplimento histórico en tiempos de Antíoco Epífanes, también tiene una proyección futura que se extiende al tiempo de la revelación del anticristo escatológico.