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Agustín de Hipona |
El postmilenarismo se basa en la creencia de que la predicación del evangelio tendrá tanto éxito que el mundo se convertirá. El reinado de Cristo, cuyo punto central es el corazón de los seres humanos, será completo y universal. La petición: “Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” se habrá hecho realidad. La paz prevalecerá y el mal prácticamente se habrá desvanecido. Después cuando el evangelio haya surtido efecto por completo, Cristo regresará. Por lo tanto, el postmilenarismo básicamente tiene una perspectiva optimista.
Los tres primeros siglos de la iglesia estuvieron dominados probablemente por lo que hoy llamaríamos premilenarismo, pero en el cuarto siglo un donatista africano llamado Ticonio (330-390 d.C) propuso una perspectiva opuesta. Esta interpretación iba a dominar el pensamiento escatológico durante la Edad Media. El milenio no se va a producir en el futuro, sino que ya ha empezado. Los mil años empezaron con la primera venida de Cristo. En apoyo a esta perspectiva, Agustín de Hipona (354-430 d.C), muy influenciado por la teología de Ticonio, citaba Marcos 3:27: “Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no lo ata; solamente así podrá saquear su casa”. Según Agustín, en este versículo el hombre fuerte es Satanás y sus bienes representan las personas que antes estaban bajo su control, pero que ahora son cristianos. Satanás fue atado en el momento de la primera venida de Cristo y continua atado hasta la segunda venida. Como Satanás no puede engañar a las naciones, la predicación del evangelio tiene mucho éxito. Cristo reina en la tierra. Sin embargo, al final de este periodo milenario, Satanás será liberado durante un corto periodo de tiempo siendo al final sometido.
Aunque parece difícil reconciliar esta perspectiva con lo que está pasando en nuestro tiempo, tenía más sentido en el contexto de Agustín. El cristianismo había conseguido un éxito político sin precedentes. Una serie de circunstancias habían llevado a la conversión del emperador Constantino en 312, así que el
cristianismo era tolerado en el imperio y casi se convirtió en la religión oficial. El mayor enemigo de la iglesia, el Imperio romano, había capitulado. Aunque el progreso de la iglesia sería gradual más que repentino, era seguro. No se establecieron fechas para la finalización del milenio y el regreso de Cristo, pero se asumía que ocurriría sobre el año 1000.
Con el fin del primer milenio de la historia de la iglesia, por supuesto, se hizo necesario revisar en cierto modo los detalles del postmilenarismo. El milenio ya no se veía como un periodo de mil años, sino como toda la historia de la iglesia. El postmilenarismo fue más popular en momentos en los que la iglesia parecía tener éxito en su tarea de ganar el mundo. Se hizo particularmente popular en la última parte del siglo XIX, una época de gran efectividad en el mundo de las misiones además de un tiempo de preocupación y progreso en las condiciones sociales. En consecuencia, parecía razonable pensar que el mundo pronto sería alcanzado por Cristo.
La convicción principal del postmilenarismo es la difusión exitosa del evangelio. La idea se basa en varios pasajes de las Escrituras. En el Antiguo Testamento: Salmos 47, 72 y 100; Isaías 45:22-25 y Oseas 2:23, por ejemplo, dejan claro que todas las naciones llegarán a conocer a Dios. Además, Jesús dijo en varias ocasiones que el evangelio sería predicado universalmente antes de su segunda venida. Un ejemplo destacado de esta enseñanza la encontramos en Mateo 24:14. Como la Gran comisión se llevará a cabo en su autoridad (Mt. 28:18-20), tendrá éxito. A menudo la idea de la difusión del evangelio incluye los hechos asociados al evangelio: se producirán efectos transformadores en las condiciones sociales tras la conversión de gran cantidad de oyentes.
Según el pensamiento postmilenarista, el reino de Dios es una realidad presente aquí y ahora en lugar de un ámbito celestial futuro. Las parábolas de Jesús en Mateo 13 nos ofrecen una idea de la naturaleza de este reino. Es como levadura, que se extiende de forma gradual pero segura por todo el conjunto. Su crecimiento será amplio (se extenderá por todo el mundo) e intensivo (llegará a ser predominante). Su crecimiento será tan gradual que la llegada del milenio apenas si será apreciada por algunos. El progreso puede que no sea uniforme; de hecho, la llegada del reino puede que se produzca por una serie de crisis. Los postmilenaristas son capaces de aceptar lo que parecen ser pasos atrás, ya que ellos creen en el triunfo final del evangelio.
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Loraine Boettner |
Desde la perspectiva postmilenarista el milenio puede ser un periodo amplio, pero no necesariamente de mil años exactos de duración. De hecho, la perspectiva postmilenarista sobre el milenio con frecuencia se basa menos en Apocalipsis 20, donde se menciona el periodo de mil años y las dos resurrecciones, que en otros pasajes de las Escrituras. El mismo hecho de que la venida del reino sea paulatina hace que sea difícil de calcular la duración del milenio. La cuestión es que el milenio será un periodo prolongado de tiempo durante el cual Cristo, aunque esté físicamente ausente, reinará sobre la tierra. Una característica esencial que distingue al postmilenarismo de otras perspectivas sobre el milenio es que espera que las condiciones mejoren en lugar de empeorar antes del regreso de Cristo. Por tanto, es una visión básicamente optimista. En consecuencia su aceptación ha descendido bastante en el siglo XX. Los postmilenaristas convencidos, como el teólogo americano Loraine Boettner (1901-1990) consideran las condiciones penosas del siglo XX como una simple fluctuación temporal en el crecimiento del reino. Indican que no estamos tan cerca de la segunda venida como creíamos. Sin embargo, este argumento ha demostrado no ser persuasivo para muchos teólogos, pastores, creyentes laicos.
Puntos débiles del post-milenarismo
1. La idea fundamental de la doctrina, de que el conjunto del mundo será
gradualmente ganado para Cristo, que la vida de todas las naciones serán
transformadas en el curso del tiempo por medio del evangelio, que
reinarán la justicia y la paz, y que las bendiciones del Espíritu serán
derramadas en mayor abundancia que antes, de modo que la Iglesia
experimente una temporada de prosperidad sin precedentes justo antes de
la venida del Señor, no está en armonía con el retrato del fin de los
tiempos encontrado en la Escritura. La Biblia ciertamente enseña que el
evangelio se difundirá a través del mundo y ejercerá una influencia
benéfica, pero no nos lleva a esperar la conversión del mundo, ya sea en
esta era o en una venidera. Enfatiza el hecho de que el tiempo
inmediatamente anterior al fin será un tiempo de gran apostasía, de
tribulación y persecución, un tiempo cuando la fe de muchos se enfriará,
y cuando aquellos que sean leales a Cristo estarán sujetos a
sufrimientos amargos, y en algunos casos incluso sellarán su confesión
con su propia sangre, Mateo 24:6–14, 21–22; Lucas 18:8; 21:25–28; 2 Tesalonicenses 2:3–12; 2 Timoteo 3:1–6; Apocalipsis 13.
Los postmilenialistas no pueden ignorar lo que
se dice sobre la apostasía y la tribulación que marcarán el final de la
historia, pero minimizan este hecho y lo representan como prediciendo
una apostasía y una tribulación en pequeña escala, la cual no afectará
el curso principal de la vida religiosa. Su expectación de una condición
gloriosa de la Iglesia al final se basa en pasajes que contienen una
descripción figurativa, sea de la dispensación del evangelio como un
todo o de la dicha perfecta del reino externo de Jesucristo.
2. La idea relacionada, de que la era presente no terminará en un gran
cambio cataclísmico sino que pasará casi imperceptiblemente hacia la era
venidera, es igualmente antibíblica. La Biblia nos enseña muy
explícitamente que una catástrofe, una intervención especial de Dios,
llevará el gobierno de Satanás sobre la tierra hacia un final, y que se
traducirá en el reino que no puede ser conmovido, Mateo 24:29–31, 35–44; Hebreos 12:26–27; 2 Pedro 3:10–13. Habrá una crisis, un cambio tan grande que puede llamarse «la regeneración», Mateo 19:28.
No más que los creyentes son progresivamente santificados en esta vida
hasta que estén prácticamente listos para pasar, sin mucho más cambios,
al cielo, el mundo gradualmente será purificado y así estarán listos
para entrar a la siguiente etapa. Así como los creyentes deben pasar por
un gran cambio al morir, también el mundo debe sufrir un cambio
tremendo cuando llegue el fin. Habrá nuevos cielos y nueva tierra, Apocalipsis 21:1.
3. La idea moderna de que la evolución natural y los esfuerzos del ser
humano en el campo de la educación, de la reforma social y de la
legislación, se expresará gradualmente en el reinado perfecto del
espíritu cristiano, entra en conflicto con todo lo que enseña la Palabra
de Dios sobre este punto. No es la obra del ser humano sino la obra de
Dios la que traiga el glorioso reino de Dios. Este reino no puede
establecerse por medios naturales sino solo sobrenaturales. Es el
reinado de Dios, establecido y reconocido en el corazón de Su pueblo, y
este reinado nunca puede hacerse efectivo por medios puramente
naturales. La civilización sin regeneración, sin un cambio sobrenatural
del corazón, nunca traerá un milenio, un gobierno efectivo y glorioso de
Jesucristo. Pareciera que las experiencias del último cuarto de siglo
deberían haber forzado esta verdad sobre el hombre moderno. El tan
alardeado desarrollo del hombre aún no nos ha permitido ver el milenio.