E. El juicio final

La segunda venida de Cristo también dará lugar al gran juicio final (Apocalipsis 20:11-15). Esto es para mucha gente uno de los momentos más temibles respecto al futuro, y debería de serlo para aquellos que están apartados de Cristo y que por lo tanto serán juzgados entre los impíos. Sin embargo, para los que están en Cristo, es algo que pueden anticipar, porque sus vidas quedarán vindicadas. El juicio final no tiene la finalidad de intentar averiguar cuál es nuestra condición o nuestro estatus espiritual, porque Dios ya lo conoce. Lo que hará es poner de manifiesto públicamente cuál es ese estatus.

El juicio final ocurrirá en el futuro. En algunos casos Dios ya ha puesto de manifiesto su juicio, como cuando llevó al cielo con él a los justos Enoc y Elías, envió el diluvio (Génesis 6 - 7) y destruyó a Coré y a todos los que participaron con él en la rebelión (Números 16). Un ejemplo del Nuevo Testamento es cuando Dios hizo que cayeran fulminados Ananías y Safira (Hechos 5:1-11). Sin embargo, un evento definitivo tiene que ocurrir en el futuro. Jesús alude a ello en Mateo 11:24: “Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti”. Aunque hay que señalar que, por el texto de Apocalipsis 20:12: "Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras", este juicio será para los no creyentes. Un juicio sólo de condenación, aunque los creyentes participan de este gran evento.

En otra ocasión habló claramente del juicio que ejecutaría en conexión con la futura resurrección (Juan 5:27-29). Hay una imagen ampliada de este juicio en Mateo 25:31-46. Mientras predicaba en el areópago Pablo declaró que Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos” (Hechos 17:31). Más tarde Pablo argumentó ante Félix: “acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero” (Hechos 24:25). Escribió a los Romanos: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5). El autor de la carta a los hebreos lo expresó de forma clara y directa: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Otras referencias claras son Hebreos 10:27; 2 Pedro 3:7 y Apocalipsis 20:11-15.

Las Escrituras especifican que el juicio ocurrirá después de la segunda venida. Jesús dijo: “porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27). Esta idea también la encontramos en Mateo 13:37-43; 24:29-35 y 25:31-46. De forma similar Pablo escribió: “Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones. Entonces, cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Corintios 4:5).

Jesucristo se representa a sí mismo sentado en un trono de gloria y juzgando a todas las naciones (Mateo 25:31-33). Aunque en Hebreos 12:23 se habla de Dios como el juez, está claro por otras referencias que delega su autoridad en el Hijo. Jesús mismo dijo: “porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo... y, además, le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre” (Jn. 5:22, 27). Pedro dijo a los que estaban reunidos en la casa de Cornelio: “Y [Jesús] nos mandó que predicáramos al pueblo y testificáramos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos” (Hechos 10:42). Pablo informó a los atenienses que Dios: “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos” (Hechos 17:31). Y Pablo escribió a los corintios: “porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10). 2 Timoteo 4:1 establece que Cristo juzgará a los vivos y a los muertos.

Parece que los creyentes compartirán el juicio. En Mateo 19:28 y Lucas 22:28-30 Jesús sugiere que los discípulos juzgarán a las doce tribus de Israel. También se nos dice que los creyentes se sentarán en tronos y juzgarán al mundo (1 Corintios 6:2-3; Apocalilpsis 3:21; 20:4). Aunque no se nos cuentan los detalles exactos, aparentemente Cristo permitirá que los santos compartan esta obra.

Louis Berkhof
Louis Berkhof
Todos los humanos serán juzgados (Mateo 25:32; 2 Corintios 5:10; Hebreos 9:27). Pablo advierte que: “todos compareceremos ante el tribunal de Cristo” (Romanos 14:10). Todo secreto será revelado; todo lo que haya ocurrido en cualquier momento será evaluado. Algunos se han preguntado si los pecados de los creyentes se incluirán o no: esto parecería innecesario dado que como creyentes han sido justificados. Pero las declaraciones que hacen referencia a la revisión de los pecados son universales. La perspectiva de Louis Berkhof (1873-1957) sobre este asunto probablemente sea correcta: “Las Escrituras nos conducen a creer que [los pecados de los creyentes] serán [revelados], aunque, por supuesto, serán revelados como pecados perdonados”.

Además, los ángeles malos serán juzgados en ese momento. Pedro escribe que “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno [Tártaro] y los entregó a prisiones de oscuridad, donde están reservados para el juicio” (2 Pedro 2:4). Judas 6 hace una declaración prácticamente idéntica. Los ángeles buenos, por su parte, participarán en el juicio reuniendo a todos los que van a ser juzgados (Mateo 13:41; 24:31).

Los que comparezcan serán juzgados según sus vidas terrenales. Pablo dijo que todos compareceremos en el juicio: “porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10). Jesús dijo que en la resurrección todos comparecerán “los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:29). Mientras que uno podría deducir de Mateo 25:31-46 que es el hacer buenas obras lo que marca la diferencia, Jesús indica que algunos que afirman haber hecho buenas obras y que incluso parecen haberlas hecho, serán rechazados (Mateo 7:21-23).

El criterio sobre el cual se hará la evaluación es la voluntad revelada de Dios. Jesús dijo: “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue: la palabra que he hablado, ella lo juzgará en el día final” (Juan 12:48). Incluso los que no hayan escuchado explícitamente la ley serán juzgados: “Todos los que sin la Ley han pecado, sin la Ley también perecerán; y todos los que bajo la Ley han pecado, por la Ley serán juzgados” (Romanos 2:12).

Una vez declarado, el juicio será permanente e irrevocable. El justo y el impío serán enviados a su destino final respectivo. No hay alusión alguna de que el veredicto pueda cambiar. Al concluir sus enseñanzas sobre el juicio final, Jesús dijo que los que estaban a su izquierda: “Irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:46).