El juicio final ocurrirá en el futuro. En algunos casos Dios ya ha puesto de manifiesto su juicio, como cuando llevó al cielo con él a los justos Enoc y Elías, envió el diluvio (Génesis 6 - 7) y destruyó a Coré y a todos los que participaron con él en la rebelión (Números 16). Un ejemplo del Nuevo Testamento es cuando Dios hizo que cayeran fulminados Ananías y Safira (Hechos 5:1-11). Sin embargo, un evento definitivo tiene que ocurrir en el futuro. Jesús alude a ello en Mateo 11:24: “Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti”. Aunque hay que señalar que, por el texto de Apocalipsis 20:12: "Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y
otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros,
según sus obras", este juicio será para los no creyentes. Un juicio sólo de condenación, aunque los creyentes participan de este gran evento.
En otra ocasión habló claramente del juicio que ejecutaría en conexión con la futura resurrección (Juan 5:27-29). Hay una imagen ampliada de este juicio en Mateo 25:31-46. Mientras predicaba en el areópago Pablo declaró que Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos” (Hechos 17:31). Más tarde Pablo argumentó ante Félix: “acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero” (Hechos 24:25). Escribió a los Romanos: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5). El autor de la carta a los hebreos lo expresó de forma clara y directa: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Otras referencias claras son Hebreos 10:27; 2 Pedro 3:7 y Apocalipsis 20:11-15.
Las Escrituras especifican que el juicio ocurrirá después de la segunda venida. Jesús dijo: “porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27). Esta idea también la encontramos en Mateo 13:37-43; 24:29-35 y 25:31-46. De forma similar Pablo escribió: “Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones. Entonces, cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Corintios 4:5).
Jesucristo se representa a sí mismo sentado en un trono de gloria y juzgando a todas las naciones (Mateo 25:31-33). Aunque en Hebreos 12:23 se habla de Dios como el juez, está claro por otras referencias que delega su autoridad en el Hijo. Jesús mismo dijo: “porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo... y, además, le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre” (Jn. 5:22, 27). Pedro dijo a los que estaban reunidos en la casa de Cornelio: “Y [Jesús] nos mandó que predicáramos al pueblo y testificáramos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos” (Hechos 10:42). Pablo informó a los atenienses que Dios: “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos” (Hechos 17:31). Y Pablo escribió a los corintios: “porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10). 2 Timoteo 4:1 establece que Cristo juzgará a los vivos y a los muertos.
Parece que los creyentes compartirán el juicio. En Mateo 19:28 y Lucas 22:28-30 Jesús sugiere que los discípulos juzgarán a las doce tribus de Israel. También se nos dice que los creyentes se sentarán en tronos y juzgarán al mundo (1 Corintios 6:2-3; Apocalilpsis 3:21; 20:4). Aunque no se nos cuentan los detalles exactos, aparentemente Cristo permitirá que los santos compartan esta obra.
Louis Berkhof |