TIEMPOS FINALES (5) – Soberbia
Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… soberbios… (2 Timoteo 3:1,2).
Podríamos decir que la soberbia es el estado siguiente a la jactancia. Es un proceso degenerativo del alma humana hacia la rebelión. Comienza con amarse así mismo más que a cualquier otro, —incluyendo a Dios—, continúa con la idolatría de la avaricia por acumular, luego se levanta la jactancia del súper hombre que ha conseguido tener bienes materiales, poder y dominio sobre los demás, se eleva con soberbia y acaba en rebelión contra Dios. Fue el proceso que vivió Lucifer después de ser creado y puesto para dirigir la alabanza en los cielos. Quiso ser semejante a Dios, elevarse hasta el trono y ocupar su lugar. Es el proceso que ha seguido el movimiento humanista tan de moda en nuestros días. Su doctrina es la siguiente: «ni estado, ni religión, ni Dios por encima del hombre, firmado: el partido humanista».
La soberbia no acepta el lugar asignado, quiere ocupar el de otros. Muchos predicadores de hoy están tan deseosos de triunfar que han cambiado el temor de Dios por la presunción y la soberbia. Dios resiste a una generación de hombres llena de soberbia, y da gracia a los humildes. La soberbia no le da gracias al Creador por los bienes recibidos, se hace vana en sus razonamientos y su necio corazón es entenebrecido. Por tanto, el Señor los entrega a la impureza, a pasiones degradantes y a una mente depravada para que hagan cosas que no convienen (Romanos 1:21-32). Aquí tenemos muchas de las características de nuestra generación. La soberbia pone a Dios en nuestra contra. ¿Quién podrá resistirle? ¿Somos más fuertes que Él? Sin embargo, da gracia a los humildes, es atraído por los que le aman y conoce a los que son suyos.
La respuesta a la soberbia la encontramos en el evangelio de la cruz. Esa cruz que nos atrae al seno del Padre, levantada en el monte de la Calavera, y que ha ejercido la mayor atracción que ha conocido la humanidad. En esa cruz la soberbia humana ha sido vencida por la humillación del Hijo de Dios. Se hizo hombre, se humilló a sí mismo como hombre, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por tanto, Dios le ha dado el nombre que es sobre todo nombre, para que en su nombre se doble toda rodilla y podamos confesar para salvación que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (Fil. 2:5-11) (Stg. 4:6,10) (Isaías 57:15) (1 Pedro 5:6,10). El virus de la soberbia, inoculado en el corazón del hombre en el Paraíso perdido, con el falso argumento: «seréis como dioses, conociendo el bien y el mal», hace que los tiempos que vivimos hoy sean muy peligrosos y debamos abrazarnos a la cruz libertadora.